martes, 28 de abril de 2020

libro: ÉBANO




Ébano


Marcela Predieri

Otros libros de la autora

Sangre de Amarras, ed Nuevo Milenio, 1989
Invierta un Hijo, Ed. Nuevo Milenio, 1991
La Pancarta, Ed Martín, 2000
Los Andamiajes del miedo, Ed Martín, 2002


Marcela Predieri: (Mar del Plata).
Es directora de la revista d Arte y cultura “La Avispa”
y fundadora de“DELAPALABRA” ¾Grupos De Estudio y Creación Literaria¾ www.delapalabra.com.ar

http://mpredieri.blogspot.com

Contacto: delapalabra@hotmail.com

Diseño de Tapa: Gustavo Fogel
fogelgustavo@hotmail.com





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Una Palabra Pre/Eliminar

La decisión de Marcela de no incluir prólogo alguno en su nuevo libro me llevó, como amigo, a preguntarme por qué. Decidí entonces hacerle esta pequeña entrevista -en un principio a destinada a “La Avispa” -revista de Arte y Cultura que dirige desde el año 2000- pero , una vez realizada, me gustó tanto que le rogué que la incluyera a manera de introducción. He aquí algunas de sus respuestas:

Marce, ¿éstas son palabras pre eliminar o post eliminar?
Es un libro post eliminar ya que de casi trescientos poemas –me causa gracia porque había jurado no volver a escribir- solo me quedé con lo esencial. Por eso no tiene un núcleo temático sino varias secciones que han sido tramadas hasta conseguir la unidad que quería para que conformara un poemario. Y también lo siento un libro pre eliminar porque intuyo que aún estoy a tiempo de tirar todo esto a la basura.

No creo que tanta sensibilidad puesta al servicio de la palabra deba ser arrojada a la basura… ¿Por qué considerás eso?
Es que este libro es un asco. El libro que jamás pensé publicar, que nunca quise escribir. Pero muchas veces la literatura nos pone otras almas, otras bocas en la mano, y en ellas somos, aunque duela, aunque avergüence, aunque sea regocijo esta pena de besarnos en la boca con la vida o con la muerte. ¿Por qué una va a ser mejor que la otra? ¿Por qué este libro va a serlo?

Hace cinco años que no publicabas a pesar de tener material para hacerlo ¿qué razones te llevaron a editarlo ahora?
Estaba creciendo demasiado, ya dolía; así que fue necesario extirparlo, como a un cáncer. Es curioso: cada mañana al despertar leo un cartelito que pegué hace años en el espejo de mi cuarto; dice “Yo no tengo ningún problema”; tal vez sea para creérmelo o para darme cuenta de una buena vez de que es cierto. No sé, lo dudo. Dudo. Por eso escribo poemas y no reflexiones metafísicas. La poesía es eso: “arder de preguntas”, por eso me decidí. Digo en un poema: “No voy a escribir / Voy a leer / a leerme y darme lástima” ¿No es terrible? Se puede leer un libro pero no se puede leer a una persona salvo que esté desnuda. ¿Desnuda un libro? Claro que sí, pero no al autor sino a los lectores que al fin al cabo son los protagonistas de lo escrito.

Entonces este libro desnuda mujeres… Porque es un libro que ronda la problemática femenina.
No sé si es un libro sobre las mujeres, creo que es apenas un poemario sobre mi mujer. Un libro que da miedo porque está escrito por una mujer a quien le cuesta reconocerse. ¿Sabés, Ale? Todavía me veo subida a los árboles de la casa de mis abuelas, con las rodillas sucias de tanto jugar a la pelota o en la vereda lavando el auto de papá… y siento más que nostalgia. De lo que estoy segura es que no es un libro para mujeres. Muchas se horrorizarían al verse descubiertas. Ya me pasó con Dadora, un extraño poema de Los Andamiajes del Miedo, que en un fragmento dice: Mujer fatiga y goce / purísima y barata / Mujer que sólo una mujer despedazada / que se reencuentra en todas ellas madre / un mendrugo de sí misma.
Te lo voy a confesar: definitivamente es un libro para hombres, pero no para que nos conozcan y entiendan; como dice el dicho: para que nos amen.

Sin embargo sé que la primera versión llevaba en la contratapa “Hombres abstenerse”…
Es la mejor manera de atraerlos, o ¿no?

A mí, por lo menos. Por favor, hablemos del motivo que me llevó a hacer esta entrevista. ¿Por qué no lleva prólogo? Para muchos hubiera sido un honor.
Vos me conocés, Ale. Siempre preferí un café con amigos a cualquier pomposa cena por compromiso.

Ahora en serio, Marcela ¿Por qué Ébano?
Es una madera dura, casi negra; tan pesada que no flota en el agua; muy resistente al choque. Los ebanistas la aman. Y estos son, sin duda, los poemas más oscuros que he escrito en la vida. Yo misma soy dura, me hundo tal vez con demasiada frecuencia, me encanta ir al choque de frente y mi poesía es, por cierto, nada clara. Pero así como el ébano tiene una veta alba, de rara belleza, realmente de luz, espero que este libro también la tenga.

Una última pregunta: ¿A quién dedicás este libro?
A la que no soy, porque como escribió Kundera en La Insoportable Levedad del Ser: “mis personajes son mis propias posibilidades que no se realizaron”

Yo agregaría que tus personajes también son la posibilidad de realizarse para muchos lectores. A veces, al leer alguno de tus poemas, siento que han sido escritos con desgarro pero también con mucha fiereza, como si nacieran desde lo profundo del útero. Te deseo toda la suerte con este libro, que a partir de ahora es nuestro.
A ustedes. Yo no voy a leerlo; a esta altura ya me tiene harta. Tal vez me dedique a escribir. ¿Otra vez sopa?

Alejandro Gómez
Mar del Plata
Noviembre 2007


afasia

nadie me verá de espaldas

Huérfana de cautela o ceremonias
voy hacia el génesis

No hay razón para maniatar al grito
atrincherar la verdad tras una mueca
ser escrupuloso títere del hambre
o un selecto imbécil del silencio

Por eso me rebelo
trasmuto con terquedad de hormiga
todo antiguo anonimato

La mano del juego comanda los destinos
y me invita a no irme al mazo

Hay cuatro barajas sin jugar
una es la muerte

imposibilidad

Puedo llagar mis brazos
lamer la humedad del sur
crispar mis senos al rocío
o recostarme sobre el polvo

Puedo abrir las ventanas
al grito encadenado de la corteza
y todavía no sangrar pájaro

Flecha en el carcaj
nonata
en la palabra primigenia

habré de acomodarme a mis muchas soledades

Me asola esta inicial
el moho que aparea mi tristeza
a los domingos

Me zurzo las manos
en vano intento de escribirte

Igual a otra vieja estación
las páginas en blanco
los rieles por andar
el tibio lenguaje de los ojos
quizás encallen
junto a los alfileres de la culpa
o el pasado

Quizás pueda tu retorno

Quizás coagule esta ciudad
en la bahía

identidad

Es una palabra de sexo femenino
cotidiana
simple como una taza
o la lluvia sobre las violetas de mi patio

Un sustantivo en fuga
lo sé
pero no lo hallo

Cierro los ojos

Tal vez me encuentre

el sigilo del fuego

Cercada por meridianos de silencio
miro aquel insecto que me ignora
que no sabe del peso de la muerte

Me consumo
él levanta vuelo

Tal vez haya algún error en los oráculos
o en mi página infecunda

en la brevedad de una copa

Aquel índice reconoce la cintura y el anverso
Duele soledad
tiembla ventana de la lluvia

La noche esfuma vapores de alcohol
El oleaje de la armónica
se eleva caricia y musgo

Más allá
la lentitud del espacio
un escapulario demasiado viejo para este hoy
tal vez demasiado pájaro
o demasiado tiempo
sea vislumbre aguja quizás queja

Tras un vientre encorsetado de palomas
esconde sus ojos traviata la cordura

¡Arqueen las sogas debajo de mis dientes!

que el viento no sepa
que el viento me guíe
que el viento no pueda

esclavo a los andenes

En los ojos de la tierra
gris se espeja el cielo gris

los celajes intentan trizas de altura
y callosas
las manos del muelle
reverberan la tarde al gemido de un tren

No hay ojos para la memoria de este cuerpo
que apuñala viento en su garganta

Escribo mi equipaje con soberbia de jacintos
en un suburbio ajeno a los perros y la noche

condición poética

La palabra esclava
pone sus pies
bajo el espejo de la memoria

Profano las escaleras
que lamen el muro del reino:
mi nombre
del pan hermano y del culto

un perfil en el rincón
que se suicida

hay dos frutas pudriéndose en el plato

De acuerdo:
no es imagen para empezar ningún poema
pero me miran desde su luz temprana
me provocan con su olor dulce
los rostros ajados
sus lunares

En ellas las simientes

Tal vez las arroje al baldío de la esquina
tal vez algún pájaro

En cambio en mí
el silencio no geminará


poesía


Una elección

un paso en falso

y esa eterna disposición a la tristeza


por qué el silencio me hace piel

Sueño que no ensueño
Me ofusco
no alucino
transfiguro
Transfiero los prejuicios

Intento una novela que rebele
que revele la rebelión que hay en el engaño

No finjo
Me aparezco apareada la espera
al afán de nuestro empeño

Y da tanto gusto darnos ánimo
aplaudirnos el esfuerzo
Pero no hay certeza
en un trapecio semejante

Convencete:
desde otra perspectiva
-la del ingenuo claro-
todo es cuento
también dogma y nomeolvides


tal vez no estemos listos

¿Y si no fuera el miedo
ni el gato negro de ningún ojo amarillo?
¿Si no fuera el temblor de los trapecios
ni la garganta seca de tu voz?

Si no fuera nada de eso
sino uña encarnada a la noche
pánico de ángeles imposibles
soles de hielo ante el aliento alucinado del mediodía

Es preciso desnudar los ojos

Lo sé
No es nuestra vocación a la pena
o a los pájaros en luto
Es reconocernos huérfanos
ajenos a la conformidad de las tumbas cotidianas

Por eso avanzamos
desgarbados de muros
rompe nieblas
capaces de cualquier hoy

No a ciegas

porque puede ser
que no seamos nosotros para el miedo

No sé
digo yo
sólo tal vez

demasiado

Habré de tomar el fuego con los dientes
y toda lengua que no conduzca
hasta el hartazgo del averno

Herida y mínima
como el miedo
no haré demandas

El dolor nos infecta
Es la estirpe
y me recuerda el tiempo en que yo también
fui mordida por primera vez

El lago tembló entonces
el trigo ya no florecería pan
aun retoza vejado de llanto
y muere de muerte natural
-tan naturalmente bella-


Hoy
al ver tu imagen en el quiebre de los espejos
porque con cualquier espejo
pueden labrarse las cuchillas
sabré correr
y cortar las sogas de esa cruz
que hace brillar la culpa de no poderte
de no poderme

Por eso
cuando los pies vuelvan a sangrar para siempre
y de verdad sobre los filos del poema
nos condenaremos como náufragos
contra y a favor de los muchos lobos que somos
de los muchos corderos

No puede ser de otra manera
y aun así
es casi nada
como nada

Ningún remedio puede pintarnos los ojos
que seguirán siendo huérfanos
como nosotros de nosotros
los malditos los mediocres
imbéciles de la palabra
que corrompemos con lunas los grises
y sólo nos sacia ese silencio capaz de masturbarnos

Ya no existen pecados
Podemos ser nunca más una apariencia
desvestirnos de las máscaras
o dejar de luchar

Te convoco a la ronda negra
porque no puedo dejar de rondarte
de rondarme

Yo lo he aprendido hace tiempo
aunque no sea fácil hacerse
contra la sonrisa vencida de las calles

Ya nada de berrear que de la poesía no hay regreso
siempre será vodka y miseria lo que urdas

No te vayas
No te asustes

También puede ser que lo que narres
sea otro cuento
mucho menos peligroso


de revoluciones

Cuatro vidas
trece féretros enfrentan la ausencia de las hojas
El ángel de la muerte golpea con su aroma a noche
lleva su carro o su cruz en sueños de suicidas

Como un campanario inútil al desierto
se empeña en atraer mi cuerpo de mujer
Me pregunto si andan descalzos los demonios
si mi boca no perece ya de tanto invierno

Hay un juego que no alcanzo a descifrar
un pueblo entre líneas
junto a cruces que surcan los eneros
pero el padre ha olvidado las plegarias

Es imposible bautizar otro río
con las ruinas de la costumbre

No hay pantano que cubra la memoria

La cobardía pesa
¿o es tu luto en mi garganta?


hay que ensuciarse los ojos

Es parte del entierro
estos brazos que por colgar pesan tanto
Gustavo Tisocco

Hay que ensuciarse los ojos
y ver sus cuellos que se arquean
a besar la muerte

Hay que mirarlos
como árboles amarrados a sus huérfanos
entre el polvo y las barajas

A ellos
de hembra alguna
que tienen precio de orgía
y abrasan en el agua
las huellas del deseo que saben mutilar
que sólo conocen la lengua de su espejo

A ellos que no pueden evitar
ser soga de mendiga colgada a sus monedas
pan en la boca de un tigre
nudillos al borde de no importa qué
plegaria manoseada

Hay que saber desnudarles el pellejo
sepultar sus rodillas
masticarlos como a hostias
desgastarlos como a un centavo ciego
y dejarlos por fin inmóviles de tiempo
para ver lo que esconde la sepultura de sus cejas

para descubrir que lloran como cualquier mortal
y que como a cualquier mortal
la madre los traiciona

Y serán tan bellos cuando lloren
cuando los veamos morder
con oficio de Dios
ese miedo de pájaro a subirse a los ojos de los gatos
mientras yo los araño

punto final

La ciudad ha parido sobrevivientes
tras el contorno de la náusea
pero no quiere recordar

Dicen que agita impaciencia
pero esquiva ataúdes
con la parsimonia de un discurso
que de tan viejo
ni siquiera es culpa u olor a pasado

Sólo los muertos habitan la pena y la memoria

No te equivoques
Es otro rito
el que quiere desraizar de entre sus piernas:
tanta vieja rezando calesitas
en medio de la plaza


convoco a la conjura de los tigres

El miedo desborda cicatrices
que tiñen de violeta la piel y el humo

Te veo muerto en un hoyo sin memoria
Hay vino entre las grietas
en tus pies de andamios desmayados

Como si no hubiera nacido antes de ahora
un ahora que no es que no es posible
no soy yo
pero no me asusta no encontrarme

El tiempo se detiene
alza sus agujas
y mi vientre lapidado en el ayer
es parca y entrega

Arquera de gorriones derribo la tarde

Un abrazo de Möebius repite la historia


mundo light

Voy a escribir yacaré
estropajo ajo
tropa tridente

Voy a vomitar membrillo
agujas negras
tierra que trepida
morder cactus contra la ceguera

No más tapiada mi boca de ceniza
seré revolución

Hembra mordida
gritapalabraputa



ábaco de blasfemias



me decido a hablar

No pude ser jamás espejo de otra cara

Había en la mesa cuatro panes entonces
y era todo reír guijarros
o turrones con bocas desdentadas
bebíamos del frío y de la lluvia
mi madre lloraba apocalíptica la muerte de los trenes
y no era poco mirarnos
o aprender de las caricias del trigo
sobre las frentes afiebradas

Las procesiones del Corpus
vestían sus pabilos de júbilo
y el altar nos llamaba al regocijo de ser fieles

No estabas
-no voy a hablar de pormenores-
La sombra hechizaba la maleza
y daba lo mismo ser piedad o furia

Pero aquella sombra de los cálices
no seríamos jamás
después
como nunca antes

Por eso ahora
que hace ciénagas que el viento
no puede desbebernos de la sangre
que hace cuatro imágenes
que el Cristo ha dejado de llorarnos
que hace tanto que mi lengua
no se pegotea a tu amor de hombre pasajero

apaguemos los cirios y que el luto del sagrario
se cubra de esperma
que hable
que ningún perfil
se arrobe de monedas que no serán pagadas

Seamos Judas otra vez
No hay redención posible

Hartas de bondad las manos de los párrocos
hartos de llorar mis rodillas sin peso
comulgan con mis ojos a cuestas

Qué mejor ultraje
que cubrirme de tierra
y no resucitar

para que Dios se quede con las ganas


… del mal
Amén

Una vez dijiste
perdona nuestros pecados
pero el precio es el olvido

Olvidar el dolor del fuego que nos guillotinó los ojos
el desorden de la sábanas
y aquel sol alcahuete
que jugó de a tres con nuestros cuerpos

Dejar de lado
que alguna vez fuimos un coro de hienas y de sangre
Olvidar cuánto reímos

Así se perdona dijiste
con tres Ave María y cinco Padre Nuestro

(pero Magdalena está llorando
frente a un dios que se masturba)


nueva alianza

Porque ese dios
aburrido de su soledad eterna
nos jugó la mala pasada
de tomar un cincel
y labrarnos para la muerte

Porque no llevaba rostro impar
su amor hermafrodita
Porque estaba solo

el hombre creó a Dios
a su imagen y semejanza

y dios cayó

Hoy las viejas se persignan
mientras María avanza
preñada y feliz
hacia otra gesta

duerme mi boca al revés de la lluvia

Ciega del oficio de increpar a Dios
pongo mis manos dóciles sobre todas las cabezas
y me hinco ante Su Nombre

Mi alma se hace tarde
pero no soy yo
herida
sino sus uñas las que tienen el nombre de mi grupa

Es que veo en la Custodia el azote de sus ojos
Es Él quien se encumbra
-tan niño que da pena-
con su cáliz vencido ante mi embriaguez

Por eso mi arrogancia se reclina
pujo otra plegaria
-tal vez un pésame
que no llega a consumarse-


Hoy
es el bautismo de la culpa
Mi madre está pariéndome
pero no creo que haya agua
que me devuelva a la inocencia

Sobre ella cabalgo
como en un eterno domingo
sin fiesta de guardar


Dios se persigna

Dios se persigna
Su ser impar vaga
con una copa de ron entre las manos

En su lágrima hay una cicatriz de piedra
Cuando la veo retiro mi mano
como si ella pudiera avanzarme
o montarme a su lomo detrás de los relojes

Pero Dios juega a los dados en mesas de billar
está exhausto
y su vejez es noche en nuestros muertos

Quién dijo que es todo poderoso

Cobarde
Él podría
(y lo sabe)
pero no consigue llorar

por eso aúlla en la noche eterna de su nombre
Su desgarro de soga
y las perpendiculares de la cruz
le recuerdan a la madre que no tuvo

Un Dios huérfano
Cómo no acunarlo

Vení Dios
papá cuenta cuentos a la luz de la Custodia
y mamá sabe una canción que te hará dormir

Vení Dios
tengo un lugar dentro de mi mano
para vos y tu cansancio

(pobrecito)

treinta monedas

En aquel tiempo
mientras hombre y larvas
se daban de la mano
vi al sol apagarse
sobre los ojos del día

Fue cuando Judas
vistió su sobretodo negro
bajó al Hombre de la Cruz
y
una
a
una
hizo llover las espinas
que lo gozaban coronado

El revés de sus párpados
había sido lápida de Dios
demasiado tiempo

Entonces fue inútil la horca
y el gallo cantó
por última vez


concebir

Amanece una hostia embebida en culpa
una lágrima
yo/ellas
todavía con los ojos cerrados
nos acurrucamos en una letanía

En el barrio de baldosas ocres
resuena la bofetada del invierno
Frente a las rejas se zambullen los zaguanes
que se enredan a los rosarios gastados de las vírgenes

Ya no es posible dilatar el tiempo
entre ajuares de jacintos
Ellas/yo
morimos de a poco
como los jazmines frente a la tía muerta

Las llaves del sagrario
se recuestan al cobijo de la tarde
-tal vez sea hora de arrancarnos de sus ojos-

Que la luz de la custodia se haga cómplice
y deje de sangrarme entre sus piernas
puntualmente
cada mes


me enseña las alturas

La vieja baja la escalera de los párpados.
La extingue su mantilla de santidad y pésame.

Rojo mujer entre las piernas
ha sido su ofrenda de cáliz al peso de las faltas

El cisma de dos cirios sobre brazos en cruz
envuelve de sándalo la letanía de la siesta

Afuera llueve a cántaros

A horca y sábanas
le sabe la quijada de aquel mendigo
que la excita
oculto
entre delantales con olor a vainilla

Incapaz de huir
exorciza de púrpura al deseo


los monjes visten cántaros de tiempo

Más allá del pecado
nada conmueve su decoro

Tras las máscaras hipan cuentas
entre horas que punzan la tarde

Un parto de palomas
desclava del rosario
otra virgen
para sus dedos en plegaria

la castidad del lago

Los pilotes agujan el agua
alzan su ojo
contra el cielo que ajusticia relojes

Sienten al insecto hundirse hasta la savia
y hacer legaña de tiempo
al musgo enhebrado a sus pies

pero la violación
es herida breve
preñada de belleza

Dios
voyeur al viento
blande juncos
acaricia sus espaldas
y besa la nuca de la tarde
como excelso monje
al muelle desposado


absoluto

No hace falta resurrección entre los huesos
Apenas sí quebrar el llanto de las piedras

Y se trata
a veces
-pero no es posible-
de ser Cristo
con las manos desclavadas
inmaculada

Hoy la agonía escapa hacia el revés de la infancia
hacia manos que rebasan perfiles
esa explosión del agua
tras las ventanas de la risa

Hoy que ha aprendido a mirarse en los espejos
y a no avergonzarse
un perro lame la vereda de su vientre

Aquel pájaro está muriendo
y no siente piedad sino de mí

Una magnolia
compite con la blancura de la luna
no se ruboriza de ser abierta y goce

Es de mañana

Va en calma
a besar a Dios en los labios



catálogo de imperfecciones

magdalenas

Las sábanas sucias
la resaca
el olor a sexo entre los dientes

El veneno solo
aguardando
el gato que comparte la cocina
los aparejos
la semana por reconstruir

Ningún crucifijo en el vía crucis
ningún presagio

Sin falta ni culpa
los viernes duermen siesta las señoras

es presa de inviernos

“alguien está de pie
/ y se recuesta a nuestro lado”
L. Escobar

No duerme
la desviste debajo de sus ojos
Ella no sabe
pero sospecha manos en la curva exacta de sus muslos
Aprieta los ojos
y es tan blanca la desnudez del grito
que los lobos se asustan de la luna

En su cuarto de afiches y penumbra
la boca del acantilado se trepa a la mentira
Es fuego una brizna
y corona de fugas su cabeza

Es tarde
los dos se obligan a deshacerse de los tactos
a cubrirse del eclipse
y dormir el estilete de la luna sobre los cueros

Ya no hay temor
se saben muertos y de prisa
pero no pueden llorar
ni siquiera a pesar de sus manos mansas

La carne puede a veces herir
como un puñado de tierra en el ojo
sin una sílaba

No hay lugar que los aloje después del pasado
no hay redención posible

Las vecinas intuyen el instante:
las rodillas fieles
la presa boca abajo
la ausencia de la cruz
el canto de Pedro
y tres gallos que se quedan dormidos


cinco

Hay que demorar el deseo
que las hortensias muestren su lujuria
mientras el caracol hermafrodita
orgasma entre sílabas
su soledad de sombra

Hay que partir
luchar contra los párpados
apagar los besos
emborracharse de humedad

La mañana rebasa el luto de los pájaros

Esta sed de ser otro
quiebra las piernas de la tarde

resistencia

Ante un espejo de luz
ajena al llanto de llorar a gritos
frente a tu puerta blanqueada de mortajas
destajo las palabras para verte

Soy sin fin ahora
y sin emblema
deseo terco

Lo sabemos

Mi cuerpo
junco al viento de la piel
desvirga la sed y la fecunda


un telón para el presagio

Seamos cuerpo
boca
así
de tormenta que deambula

pertrecho de escenarios
humedad virgen caracol
una mancha entre las sábanas
y otra vez oscura
quizás avenida o un cómodo sofá
donde dormir las muecas

Por favor no me contestes

En mi vientre no hay lugar
para esas cosas

enroque

El pájaro repta sobre el estómago del sol
como una aguja de agua

Un resquicio enorme se hace mueca

Las veredas enlazan párpados

Ofrezco mis latidos
al espinel de tu boca

Pasemos de los guantes
al dolor del tacto

Es un gesto inútil
que guardo en el espejo


una licencia

El perro es solo un perro si lo miro de costado
pero no lo miro

Siento su lengua curvándose levemente
lisonjeando el aire
bebiéndolo
despacio
entre mis manos

Entrecierro los ojos
lo acaricio

Tiene el hocico mojado y oscuro
como el pezón
de una esclava que me bebe


tandem

No he de quererlo
pero es inevitable
como la sombra esclava a los tobillos

No estoy segura de mis brazos
ni es lugar de la razón la boca contra el pecho

pero no encuentro otra manera de quedarme
si no es bajo tu asombro
que me envuelve de lámparas y miedo

Ya no estamos juntos
pero igual amanece
a pesar de nosotros
los bostezos y dos tazas vacías de café

Habrá que demorarse en el tacto imperceptible
quebrarle las piernas a las horas
para que no ocupen el lugar de nuestros cuerpos

“Porque hay dos historias”
una nos demora y otra nos arranca
de la feroz realidad de baldosas
Ser dos rutinas que se besan
sin encontrarse jamás
sin haber sido nunca

Por eso barro lágrimas de los rincones del cansancio
Sé que hay una capaz de ir hasta tu nombre
con una estocada

Pero el cielo está sangre de mis miedos
aguachea
sabe de mí
segura a una milla de la dársena más oscura del puerto
precisa como una luz de banda
desgarrada en su mitad
a espaldas de su nombre marinero

Recorramos entonces los bares de muelle
bebamos vodka y miseria
Podemos renguear y seguir vivos
ante el temblor de cicatrices jamás besadas
mientras el monólogo del sueño se encabrita desnudo
entre los muslos de la noche

Por eso aguardo
-la espera marcha hacia el costado tibio de los relojes-
paciente
-aunque la desnudez del viento nos reclame-
a que haga un dosel con todos mis reparos

y los derribe por fin
como a cualquier invierno


mínimo

Entre mortajas de viento
la lluvia lame el vientre de las vírgenes

Detiene el sol la encomienda de los dioses

Sobre tu piel barcaza
dibujo labios para la geografía de mis ruegos



borde de fuga



mansa marea

Amarrada al miedo se repliega
Su piel revolucionaria
que apagaba las órdenes de las mareas
boca arriba
cobija despojos de mares retirados

Su pulso está muerto
pero aun escribe un tajo en el cuerpo de la dunas
mutila los senos de la madrugada

Ya no grita el vejamen de la pesca
Llora anclajes

Incapaz en las batientes de parición alguna
es agonía del reflujo

Sobre la arena
su lengua de naufragios
se sienta a beber franca
con otros muertos
la vida es un bumerang de tiempo

Entre espuma de barrancos esposados a la restinga
arqueo un grito que descalza las cornisas

Se desbarranca la piel
y es el suelo tan tibio
que no cuesta cobijase entre sus muslos de invierno

Dos hileras de patos salvajemente negros
se hacen beso contra la oscuridad vejada por la luna

En la ceja del horizonte
la belleza de la muerte se sonroja
y es cicatriz púrpura tu rezo

Hay cansancio ahora en mis ojos
Mi oración está vacía

Escupo a la intemperie

¿Habrá que morir mojado
pedirle al alma que deje de latir
secarse al sol como una res
o el alma de una india muerta
para ser la vida que me viva?

El viento se me escapa
hacia un sol que hace garra
de tus ojos y mis manos

faltan  a los barcos

Es necesario invadir sus secretos
las horas de agua que se trepan
fértiles de anclas y de arena hasta el nido de la noche
las bocas de esos hombres que ofrecen la pleamar
y se abrazan a los puertos

Sin rastros
se pierden los nombres de las mujeres del bar
como las estelas tras la rompiente irremediable
y sus bocas de rouge
arrancadas con el revés de las manos
o la memoria

Porque ellas saben guardar entre billetes su saliva
bautizan con champagne la pieza que debe de mañana
mantener las ventanas abiertas
mientras se dejan inspeccionar por el sol
y cuadrillas de viento descarnan de los techos
el jadeo de los clientes

No hay en ellas rencor ni caricias
Tras haber deshabitado la noche
beben café despacio
cepillan sus dientes y los cabellos enmarañados
porque la pena no es pena mientras entre sus muslos
esté caliente aun el recuerdo de la paga

Tal vez alguna novata llore
Aprenderá
-dice la mujer con arrugas en las sienes-
el segundo o el cuarto ya no importan
y la besará en la boca
como una madre

Al costado de la cortina
la rubia joven se depila una pierna
se arranca uno a uno los marineros de esa tarde
y es tan bello verla apareada al sol
con sus ojos de sueño de mediodía
aunque cargue olor a vino
un mal recuerdo que dormirá hasta que el sol
caiga exhausto detrás del horizonte
Entonces arqueará las cejas y recortará sus labios
será otra vez yegua ensillada
un portaligas rojo o un corsette para su alma
quizá dulzura de mentira y de duraznos
como de duraznos los ojos
y el latir de su cuello ebrio de sábanas

En ella me encuentro
hoy a solas
para beber su soledad

Está calzando anillos en los dedos de los pies
Yo me visto de luto
          acaso por el miedo


nada de agua sobre las sienes


El oficio de poeta es escribir
pero yo voy a leer
a leerme y darme lástima

He vuelto

Tal vez beba hasta que la figura de tu cuerpo
se astille en el vano de la puerta
agresiva y tierna
como las pestañas de una vaca parturienta
te escupo otra vez como a un mal sueño

Qué mentira es llorar a solas
cuando las esquinas son apenas un quiebre de tango
pantorrilla apagada media de red
porque en red caigo entre tu lengua y mi saliva

Cuerpo a cuerpo
me deshago de las escaleras que me trenzan a tu horca
Cuerpo a cuerpo
ajena a las horas por vivir
a contra cara de un mazo virgen
de espaldas a esa copa que dilapida santuarios
disimulo otra sonrisa
mueca en el recodo de tu frente

Me resisto a tu oscuridad
y es un mugido lento
ese beso que no llega nunca

un ejercicio sin jugar
a contramuro del ocaso


setenta veces siete
“mi corazón repleto de modales
que no puede quererte”
Alejandro Schmidt


En una cornisa

mi beso

incapaz de saltar hasta tu nombre


abrazo a destiempo

No hay ayer
todo se sucede
como la muerte
o la vida que nos ciega

Nuestros dedos desenhebran relojes
pero algo sigue en pie
inevitable
No es la tormenta

Por eso damos paso a las uvas
para que el exilio del presente nos ampute los ojos

El miedo sólo puede ser barranca al miedo

Quien pueda
que grite el nombre de la lástima
que el silencio abra sus piernas
y en plena muerte
la tarde nos vista de luto

Ya no hay abajo detrás de nosotros
No hay media vida

Que no triangule la noche
con la escoria de mi cuerpo


la humedad de las cornisas

No hubo un instante para las manos
apenas un rumor de peldaños indecisos
en el oficio que encontramos

Era el nombre de la soledad que jamás renunciaríamos
una función criminal a nuestro alcance
el deseo de pasarle la lengua a los filos
y movernos lentos entre la sombra y la inocencia

No era difícil dilatarnos hacia el declive de la noche
ser palomas extendidas entre sus muñecas muertas
pegar la espalda contra los muros del deseo
y no desear
o desear demasiado
como una forma violenta de la quietud o el equilibrio

Por eso hoy
que he besado los perfiles de la lluvia
saco mi saber de los armarios

Voy a contrabandear con la muerte
mis pecados
y no cobraré más
que un retazo de memoria


XIV

Mirá vos
nos estamos muriendo de esperar

Y creemos ser los mismos
con las manos afónicas
y el alma/alba
en un puño de callar siempre

Hagamos un pacto de puñales

Los salmos aguardan

Y mis racimos

y tus ángeles


vamos a besarnos de papel

a roernos las palabras
las encías
que la sangre de las líneas fluya
que nos emborrache
que seamos una sola sábana
o versopiel
más allá del poema o la lujuria

Vamos con boca a lengua ajena
a desbesarnos
a arrancarnos los corpiños
lo más temible
lo mejor de cada uno


no me quiero bañar

El agua me arranca de tu cuerpo / no tan suave /
ni tan lento como tu lengua arrasando mis costillas//
Me viola los espacios prendidos a tus ojos ///
Una voz de tango resuena atrás de los relámpagos
que lamen la barranca // El agua me lame //
Tus manos se derriten en mis senos /
Las acompaño con espuma hasta las rodillas quebradas /
que ayer / fueron súbditos
de un tirano que latigó saliva y perros //
Todo es negro / como el orgasmo en el que caigo sin querer //
Y sin patena caigo / hostia de tus manos //
Pero no hay milagro / La espuma y tu cuerpo
se van por la rejilla // Resbala tu mirada de mi boca /
tu lengua interminable de mi ombligo / tus dedos de mi piel muerta de frío ahora / muerta de miedo /
pura sed de roca y tigre // y la sábana se hace tundra //

El agua me está huyendo / se envuelve en grito /
aquieta mi cabello erizado de palabras ///
Bebo un sorbo que termina de enmudecer tu sabor
a vino y sed / musgo y espejo //
Vuelvo a ser rata / aunque seas vos
el que repta por las cañerías y se hace túnel río mar /
cada vez más rápido / cada vez más lejos / cada vez más viento y más pasado //
Mientras / yo / me seco lentamente /
y busco a ver si ha quedado algo de tu color /
tal vez en las axilas / entre los dedos de los pies //
Me miro en el espejo // Estoy tan blanca de vos ///

Es el día uno de la espera /
es el día uno de la sed y los trapecios //
Habrá que gestar equilibrios / pernoctar pájaro //
Me recorro con miedo de agujas el escote / el cuello //
Nada //
Me barro la boca de tu boca /
las sienes de toda fotografía sepia
que no conduzca hasta esos ojos /
donde el agua no penetra /
y vos / me seguís besando


***

En vos duerme mi herida

               Y tus ojos me señalan


la elegía del cobarde

Amatista contra fuego ciega giralunas
Danza el gato sobre el escote negro de aquel crucifijo
Bajo las mantas en cuclillas
otro cántaro intenta desbebernos
y tras el péndulo de aquella catedral
no soy sino siendo como fui
de espinas inacabadas y fuego entre los dientes
-falacia de viento es este axioma-
En voladizo duerme el pecado
pero no hay pecado que no sepa nuestros nombres

Por eso
cóncava de ayer
voy a inundar de escarcha y vodka las represas
Es hora de sangrías y de ecos

La piedra babea contra el musgo adormecido
es fuego hasta eclipse
matriz en giba
peso terco o beso que no acaba
demasiado yugo harto de caricias
apenas un poco

Porque no se trata de besar el cuello del poeta
un Rimbaud negro de mareas y desiertos
infiel a la noche y de ella esclavo
hielo en fuga o selva de maíz
vértigo de tejas y todo
palabra que se astilla
un grito en la sábana herida de silencio

Por eso circunvalo su soledad
El junco apenas moja sus pies
en otra muerte prematura

No creo en diccionarios
que intenten explicar de la palabra sus vestidos
Ya no a medias
no a pico despertar si así se vive
entre vino y zócalos

Abandonemos los escudos a partir del agua
Basta ya de esa boca
que habita noches inmersas en cartílagos de azúcar
de tantas mentiras en las manos
mientras intentás derribar las puertas al miedo
con flechas amputadas

El guerrero ha abierto su armadura
Los ojos se oxidan
si a orilla del barranco la inocencia se desploma
y en ella caeré para siempre sin designio de semilla

Es así:
a pura escarcha se levantan los conjuros
un aquelarre de entrepiernas
bajo el grito de la soledad más sola
esa que compartimos con silencio de campanas en luto
con la culpa entre los dientes
con la sangre que se retira de tan roja

¡y haber sido apenas pájaro!

Por eso te lo regalo
envuelto en escorpiones para que lo cargues vos
sobre tu espalda
te lo vomito como a una indigestión de caviar
en la boca del hambre
te lo entrego
libre
sin mella o latigazo al tiempo de la huída
te lo abraso al sol
para blanquear su noche de vírgenes y tablas

Puedo darme ese lujo
Dame tu mano
mi corazón es éste
y mi secreto:
“el báculo de la lámpara se inclina a la penumbra”

Es que él me juega con las mismas armas
como una rana o un gusano de fronteras
espina arista o miel de ébano
hacia la profundidad que habita salamandras

Hay sarcasmo de piedras en los nudillos que se acaban
algo de tu perfil que repta sobre mi tablero de alfiles
caballo a dama este juego donde la muerte se avecina

Dientes de chacales
besan su lengua porfiada de adioses
enredada a la horca para no morir
cuando de morir se trata

Es de noche
Abracemos la bufanda del frío
desvistamos de badajos los campanarios
y dejemos a los búfalos beber la sangre de los tigres

porque dos hormigas hartas ya de tumbas
salen a beber la madrugada
mientras un sol enorme trepa los muslos de la selva
y confluye en velo de mujer alimentada a viento

Yo
cargo miedo de montañas ante un dios dormido
Cerremos la noche
feliz de muerte al regocijo desnudo
No hará falta luna ni amanecer
porque breve
como el ala negra de un número sobre la cábala
así las pestañas y el temor de la hoja virgen
Imprecisa
como habernos besado después de hora
y no permitirnos
ni el recuerdo de los márgenes

Así lo pronuncio
con la violencia del silencio
Así me ofusco

y por qué no morderlo fruta o piedra
a mansalva
hacerme llaga de limón
un pubis de sangre verde
capaz de ahorcar las piernas de la tarde

Así morimos
de pura belleza jamás besada
porque no hay ternura en el deseo

El sol pasa de largo
la noche esquiva

y ella no duerme
caerá
en fuga irremediable
como la muerte de una orquídea
sobre su cuello virgen


de la alegoría

Si quedáramos fuera de esta moral
descalabrada por un beso
recorrerían tus esclavos la costa de mis vértebras
y caeríamos
de a poco
como en un desfile de piezas de ajedrez
que morirán en tablas

Sería indecente el grito del cuervo sobre Palas
Lentas y llanas nuestras manos
podrían deletrear el borde de una lágrima
pero no seríamos capaces de enfrentarnos

Ahora
que los muertos reclaman su bocas desdentadas
las lápidas son fetiches
a las que podemos aferrarnos sin reparo

No vaciles
no me hagas luz

Mi mirada está manca

y este juego de jugarnos a ciegas
como dos gallos
ya no reconoce nuestras manos

tres razones


Hablar de muerte
de nucas al olvido

Hablar de muerte
de tifones
de piedras al estanque

Hablar de muerte
y no nombrarte


cuarto

A veces me dejo abrazar por la sombra
lloro cementerios
y arranco de cuajo
los cinco crisantemos que te crecen en la frente

A veces
te perforo los tímpanos
con tanto silencio
que el mundo todo
cae por su ojo

A veces
dejo las ventanas abiertas

pero siempre cuando es tarde


tras la puerta


Un hombre
mi otra mujer oscura de distancias

aquellos labios ajenos

y por qué no
obscena
la vida por vivir

Ésa
la que nos da miedo


con los pies en la tierra

complicidad

Es el fuego
a quien no deja de mirar
y es oscuro
como el vientre de un jabalí

No hay límites afuera

El nido aun borda sus ojos
pero la madre arroja al instinto
de las alas de la costumbre

Las nubes están ciegas
y despliegan su castidad


capear al sol

Siempre es grito caminar por las aristas
herida el contrapeso de esa burla
que intenta borrar su rostro
de las palabras que escribe

Huele a moho
a rutina de manteles blancos
la burla
o ella
que sabe tender su piel en una soga
y poco a poco
perder en la oración
la herida de sus piernas

Pero no hay olvido
si el hedor a hembra es madre
si la cría aun está tibia
entre los dientes de otra fiera

Todavía lactan sus pechos
todavía es ella
antes de la parición o el llanto

Por eso roe el infinito
se inocula de pasado
perdura

No morirá
ni vivirá la voz que la costumbre calla

Sólo sombra sin cuerpo
toda deseo en su cubil
con la insistencia de una flor
en su sarcófago de agua

ella ya no me habita

Cuando sus ojos
-tobogán a los infiernos-
escaparon de su espalda cansada de congojas
quiso morir para nacer de nuevo
al sueño de ese verano aun por acontecer

No sabía ella de caer ni puentes
tampoco del fuego
capaz de ahogar miradas o veredas
Por eso no cupo en su cárcel
la culpa de besar dedos de acróbata

Por eso
-marioneta apocalíptica en la tibieza de sus hombros-
ahogó los hilos
que quisieron habitar sus escaleras de pájaros

Burda en su infancia
ahogó sus manos abiertas al sol y a la caricia

Ella
que había sido risa de roldanas y de siestas
que era inmensa
ya no pudo
aquella noche de cordura y sábanas inmaculadas
dejarse conducir hasta su boca

En un báculo bendijeron su tristeza
y de tan puro
aquel grito enmudeció badajos

No lloró
(había muerto tanto tiempo antes)


en el celo de la tarde

La mujer estatua
arquea sus senos
a favor de la hierba

Mientras los miro abrir sus bocas al deseo
y no saciarlo
-cómplices del simulacro-
los esposos no hablan de otra cosa

que los niños
los impuestos
que tu madre
que la plaza cubierta de musgo


hamacas y lujuria

Mirá tu lengua de azúcar
mis ojos café

Un desayuno es más que un beso parco
o de pan y manteca disfrazar el deseo

Demasiada cordura almidona las manos
Impenetrable
la saciedad busca soborno

pero hay tanto miedo a enfrentarnos
tanto de no querer crecer
y decidirlo

Veo a la sombra invadir la pena
que lloran los balcones

Un cáliz demasiado virgen para rozarnos
orgasma nuestra muerte entre sus dedos


sauce hacia el oriente

Ese árbol
nublado de hijos y de viento
acalla caminos de calandrias en la penumbra

Temeroso de bandadas
amputa la soberbia del ocaso

Es yerro en el horizonte del equilibrio
extendido almanaque
donde el nido de la noche tiembla

Ese árbol de seis brazos se sostiene
a pesar de mí
que no voy a echar frutos

No sea cosa que sembrando celajes
sea gestado mi séptimo hueso
y el tiempo se haga carne
por qué no verbo y redención

Aquel sauce repite orillas
y me da tanta pena verme así
con cuerpo de hoja


entre almohadas de lino

Cuando aparece la lluvia de antes
ese ser que fui
cuando una gota era éxtasis
y encontrarnos de nuevo
cuando el acantilado no era borde
sino un dios partido
y en cuatro patas
clamando libertad para sus huesos

Cuando descubrí en esa hoguera
y no otra
el tiempo del espasmo y nomeolvides
no era yo
inconclusa de tu mirada
más que otra forma estéril
aun sin mí
sin vos para pensarnos

Y fue entonces cuando robamos el cáliz
para gritar por fin
que nos hallábamos forasteros en la muerte
para ser dioses
y también para ser hombres
desnudos
completamente libres

Pero no fuimos capaces

Hoy
un ataúd que nos queda a la medida
es báculo y balanza

Por eso llueve con los ojos vendados
y volvemos al principio
demasiado dispuestos ya
a la costumbre


***

Hay un silencio que me habita
parido a la intemperie de las hojas
un grito como dentellada de perro
en la arista de la noche

Hoy
no puedo con mi cuerpo
me ajusticia

El pan es un sol
que se acurruca en mi garganta
para vendar al grito que el agua
no puede lamer

La música se jacta de un rostro
que es mío
y ya no reconozco

Ajena de las horas y las palmas
alzo mi cuerpo primitivo
a través de todos los milenios

La voz de la congoja
deleita a los chacales con mi muerte


morder la arena

Pesa el pecado
consume las manos
que se hacen lentas al abrazo y la caricia

Aun así seguimos seduciendo a la costumbre
y a puro golpe
nos arrancamos la pereza de la piel

No hay otra sed ni otro epitafio
que pueda esperarnos detrás de los andenes

Ninguna fuga de mí misma
está tallada con tu nombre


celos de cielo

Tu amor se va por las alturas
besa pájaros de sol
Te me vas
con dos arrugas al borde de esos ojos
que han dejado de mirarme

Me quedo mordiendo alacranes
de satén negro herida

Como el acantilado te peligro
te raspo las rodillas apenas de pasado
me infecto de sonrisas

No me creés
no te creo
y lloramos

Lloremos entonces
pero hagamos el amor
con los pies en la tierra


punto de no retorno bajo el agua

El agua estira sus formas
hacia la tristeza de la tarde

Voy a mentirte
y decir que la boca de la asfixia
ya no es tu nombre
que puedo sola de dolerme tanto

Bajo las acacias descubro que no hubo tiempo
y el que disfrazamos quedó mustio

Encuentro tu cadera
en abanico hacia mi ombligo
pero en él no estoy
ni estaré jamás

No es otra muerte
ni es la misma

sólo que en ésta
los relojes nos desnudaron sin habernos visto

Ebrios de arena y de poesía
hamacamos espolones contra el cielo

Ya no importa si testigos
si vas a encontrarme en una página
o salir de mis brazos

No hay dictados
ni emblemas

Encontrarnos
y sabemos muertos
por dejar a un costado
el aliento de la savia

ayer de cuentos

Puentes a tu boca
boca ráfaga
innata de ternura
Un beso ahorcado del equilibrio
bajo el árbol del desierto

Esa tarde
mis ojos inmensos
ante el amarillo de tu cansancio
juntaron silencio de dedales y pimienta

Por eso pinto tus manos roncas
detrás de un delantal
por eso no puedo trasnocharte
ni arrastrar tus pies hasta mi almohada
para no morir

El cielo agrisado de la memoria
resume una y otra vez
el mismo juego

Ajena a tu reloj
que se bandea hacia el ayer
abrocho el pasado a la costumbre

Hay aroma a pochoclo y soledad
y me gusta tenerte así:
desde la inmovilidad de la foto
ser cintura
temblor
darte paso entre mis dedos

Cierro el simulacro de tu piel
la mía entre las copas
para volver a tu resurrección
en cada plegaria


me amortajo al tiempo de quererte

Tu piel de pronto fue pasado
como los días en que la luna bañada de pimienta
extirpaba a la noche sus senos tibios

Ya no hubo risa capaz de despertar
esas viejas espaldas de calesita inconmovible

Te beso con maña de anillo
como si nada
entre la sal tu vientre y la cocina

La última palabra transita un lugar de confesión
No hay ataúd que no se quiebre

y Dios
que se ríe de nosotros


rutina

“ella clava los gestos”
M. Sampaolessi

Los puños se clavan a las sábanas
la boca mordida
su queja apenas diente

Él sabe amarla
muda
ella no sabe

Enciende la luz frente al espejo
Para salvarse
se pinta los ojos
masturba su imagen
se abre toda rouge y sangre
en una sola mueca

Ellos se aman así
en silencio de noche
a pura lágrima


contra la pared en fuga

No acaricia otra noche que sus ojos

no escapa
ni de ella ni el instante

Renace
llora puñaladas
no obedece luna alguna

Se recorre sola
penitente

Enciende eternidad
su ombligo descalzo de mujer

ojos rimmel

Su vientre espina pájaros
bajo los brazos de la lluvia

Él recorre su aridez
la envuelve hasta hacerla trapo
paloma y tanto beso

Ella llora entre faroles
pero obedece
se somete a su antojo

pubis esclavo
bajo su lengua de bronce


adicta a su herida

la noche avanza
con su tatuaje de ébano en los ojos

para que despierte
para no morir
sacude
de la sábana al sol
sus puños de acíbar


de las rejas

La mañana no quiere alzarse del bostezo

Persiste la resaca del amor
-una cuchilla que dibujó fronteras entre los muslos-

Llueve un agujero en el alma de Dios

La quiere niña
virgen otra vez para sostenerle los ojos

para que la abrigue de su eternidad
del cansancio de seguir a tientas
buscándola

cuestión de perspectivas

De costado a saberte
tus ojos de piedras y melaza
de frente la memoria
que apedrea el pecado

de atrás
de perfil a tu sombra

de cara a la noche
como si desde abajo
pudiésemos empezar de nuevo

el abc de la sangre

Titila la esfinge
en una mueca inútil

Como navaja a punto de herir la arena
los cuerpos se derriten
entre saliva y pentagramas

Se desgarran los dientes en cortinas de lluvia

Ya no hay veredas que recorrer

El instinto hace huella en el silencio

Descabezado el sexo
esculpe noches para nadie

sin crimen el cielo

Hoy embargaron al sol

Desnuda de su boca
ruge interminable mi espalda alfiletera

Por eso
ante sus ojos de perfil
anudo la venganza
y ciega de relámpagos
emigro de mi sombra

Hay una bendición que tal vez me habilite
-su piel está sucia-
Beso sus ángulos

me sobrepongo
y a destajo
comienzo a llover


noche de viernes

Las manos del escriba enmudecen
El presente apesta
rancio

Se hacen cuerpo las mareas en las crines de la noche
Desbocadas
se abren las lenguas del vino

Soledad pide a gritos a gritos ser anclada
al coliseo de nuevos ojos pardos

Gime Jim entre dientes
Ya no puede la lluvia trepar los peldaños a su espalda

Estalla en las pestañas el dolor de los duraznos

Los cinco tambores de su ombligo
no se apagarán hasta ser uno
sobre la arena del silencio

los vampiros mueren de tanta eternidad

Entre avenidas y dictados
su cuerpo extranjero
transita a habitar el día
No hay enjambre posible
capaz de ser arteria y miel

detrás de las columnas

Hacia el exilio de las manos
se abren -vírgenes de noche-
las ortigas
y es tanta la crueldad
 que la palabra se hace repudio
hasta su boca

El tiempo de la lentitud no atreve a pronunciarse
(quizás de pura muerte)

Quizás por si algún pétalo
germina marioneta de la sangre


del agua y de la sombra


Partida y deshecha
mi mitad más cuerda
alimento ese perfil que dejó de habitarme

Quiero ir hacia los ojos y la infancia

Llena de mí
ya no dejaré escapar a la que soy

abrazo de agua sobre el vidrio


Después de infinitas tardes
el ayer entró

Vos y yo
antes de ser
como siempre
fuimos

el himen intacto


CONTRATAPA

Es fundamentalmente fiel a su voz. (…) la dimensión erótica intenta exorcizar el pecado original en la dimensión que el miedo, expresado por el yo, encierra.
(sobre Los Andamiajes del Miedo)
Luis María Sobrón

Una presencia poética femenina diferente de las que yo conocía, una mujer poeta rotunda, totalmente mujer, asumida plenamente como tal y valiente a la hora de mostrar su visión del mundo y no la visión establecida.
(sobre Los Andamiajes del Miedo)
Pedro Leguizamón

El poema se construye paso a paso con una seguridad rítmica y vivencial que obliga a una lectura voraz. Pocos libros logran eso hoy en día. (…) yo no dudaría en dar a leerlo en las escuelas, si es que alguna vez queremos de verdad que algo suceda. Debemos reconocer con Predieri una poeta absoluta.
(sobre Invierta un Hijo)
Rodolfo Álvarez

Predieri es una poeta laboriosa. (…) de las que saben por qué y para qué.
(sobre Invierta un Hijo)
Luis Benítez

Porque es honesta y circular. No es común, no por difícil sino por estricta vigilancia, hallar Marcelas en la coherencia de la palabra y de las manos, ante el riesgo que significa el mascarón de proa de los límites.
(sobre La Pancarta)
Américo Álvarez

El elemento marino es una excusa para intensas retrospecciones. (…) muestra una lírica fuerte y un lenguaje poético trabajado que toca los grandes temas de siempre y de hoy.
(sobre Sangre de Amarras)
Diario La Capital

El significado es un resplandor fugaz detrás de las experiencias de vida (…) Constituye un buen ejemplo de cómo un libro es una máquina que funciona más allá de la lectura del autor. (…) manifiesta la dimensión social de la poesía (…) pero encierra otras capas, otros matices y otros sentidos igualmente intensos: el grito que produce el dolor del mundo, pero también el juego, la indagación de la subjetividad y el trabajo de la imagen.
(sobre La Pancarta)
Enrique Blanchard

SANTIFICARÁS LAS FIESTAS

SANTIFICARÁS LAS FIESTAS

Marcela Predieri

Dicen que si los deseos se cuentan no se cumplen, pero el catecismo le habían
enseñado que la Virgen intercede por nosotros y que hay que pedirle a Dios y a todos los
santitos. Por eso se los contó al Padre Francisco.
―No, Blanca… Eso es pecado, pecado grande. El noveno mandamiento dice: “No
consentirás pensamientos ni deseos impuros”.
―Es que no puedo evitarlo, padrecito. Además recién vamos por el de no robar y yo
no robo. Y el de no mentir, que creo es el octavo… Sí, a los demás me los sé a todos de
memoria.
―Tenés que ser fuerte, rezá tres Ave María y cinco Padre Nuestro ―Sucede que
Blanca ya no es tan chica, juega cada vez más seguido para pintarse las uñas de rojo y cada
vez menos a treparse a los árboles o a buscar huevos tibios al gallinero del fondo cuando va
a la casa de la abuela, por eso Padre Francisco la comprende―. A ver, chiquita, ¿qué más?
―Y… al cuarto me parece que no lo cumplo, pero porque no puedo. O lo cumplo a
medias. No puedo honrar a mi madre. La odio. Y a papá cómo voy a honrarlo si no lo vi
más. Además qué me importa. ¿Sigo con los deseos o los mandamientos? Lo que pasa es
que…
―¡Por Dios! La muerte no se le desea a nadie. Mucho menos a uno mismo.
―Es que es lo que quiero. Y lo quiero de verdad. Con toda mi alma lo quiero.
―No, no. Nada de eso. Eso también es faltar al quinto mandamiento. Ay, mi
querida ―le dice el cura, pero ella sabe que no la quiere, y que no le van a alcanzar ni diez
rosarios enteritos el día de los misterios dolorosos.
―Yo sí sé lo es dolor ―lo interrumpe ahora ella por primera vez―, lo sé porque
me duele. Aunque no sangre como Jesús. Me duele y mucho. Por eso lloro. Mamá dice que
yo nunca lloro y que si lloro es dormida. Que a lo mejor es porque lo extraño, y que no va a
volver, ni Dios permita, dice. Por eso quiero a morirme, Padre, y quiero morirme ahora.
Antes quería morirme cuando me sacaba las trenzas, cuando acariciaba el pelo y me
bañaba… Yo lloraba, usted lo sabe, pero eso era antes, Padre... cuando no había aprendido
el sexto todavía.
―Pero ahora lo sabés…
―Sí, y apenas lo supe se lo conté a mamá. ¡Y entonces mamá lo echó! Por eso la
odio. Usted es mediador entre Dios y los hombres, ¿no? entonces haga que vuelva. Yo
necesito que vuelva… Y si no que se muera también. Y me importa un pito que sea mi
padre. O que sea pecado querer morirme si él no va a volver a decirme mi chiquita…
―Hijita, volvamos a los mandamientos, por Dios…
―Primero: Yo no soy su hija. Y si Dios es mi padre, entonces mi Padre es dios ¿A
ver? cómo era el primer mandamiento? Amarás a Dios sobre todas las cosas ¿no era ese?
¿Ve cómo aprendí todo, Padre? ¿Ve como cumplo? Yo amo a papá.
―Levantate, Blanca, estás blasfemando. O pedile perdón a Dios.
La torta de cumpleaños resplandece. Pero apenas acabado el canto, mientras todos
están todavía gritando: ¡Pedí tres deseos! Che, déjenla pensar. A ver… qué pediste,
Blanquita se arranca los moños de las trenzas. Enseguida la madre la zarandea del brazo.
“Vos siempre dando disgustos” ... Los invitados, perplejos pero tratando de suavizar la
situación, comentan: No entiendo por qué te pones tan mal, es cosa de chicos. Blanquita,
tenés que entender que mamá está enferma de los nervios, dale, que no se haga mala
sangre. Pedile perdón, vamos, pedile perdón a mamita
¿Pedir perdón? Ella sólo le pide perdón a Dios. Y Dios está en las alturas.
Blanca se suelta del apretón de la madre, sale corriendo hacia el ascensor y marca el
noveno piso. Blanca sube corriendo la última escalera hasta la terraza y mira el cielo
también por última vez.
Perdoname papá…
Abajo la sangre. Mala sangre. Muy mala.

lunes, 14 de julio de 2014

POEMAS PARA RECORDAR



JIRONES




He querido remontar las alas de los dioses / pero he falseado el rumbo // En descenso a las panteras del infierno  / me interné  en la vagina  de la muerte ///
Quizás haya sabido en la lengua / el roce sublime de la mirra // Pero un escalpelo voraz / quebró gozoso / el tímido sostén de mi garganta / mi otro  ser / que tras los barrotes de la vida / me esperaba ///
Apenas niña / violada / desnuda y cenicienta / quise/ entre azabaches / rasgar la mezquindad  de creerme invulnerable // Y replegada hasta el llanto / hasta el feto / hasta esa cumbre abisal que es la intemperie / reclamé mi derecho a la agonía ///
Pero no hay regreso ///
Sembrada en el arado infértil / los tentáculos de la cordura / se abrocharon a mi piel / me arrastraron  a los senderos de la furia ///
Mi palabra está maldita // La palabra de todos los hombres / es maldita // Calcina la piel / inflama / retuerce / mancha // Pero siempre es más / / Y nos somete // como a esclavos de una piel que nos devora el alma ///
La felicidad está regida por institutrices ciegas // Nos descalza la venda de los ojos // Nos lacera con su cordura luminosa / y nos invita a ver ///
Despierto / ahora / del cadalso de esta etiquetada mueca de coherencias cotidianas // Ya nada inflamará tanto  mis sentidos / como la muerte de este paladeo: Vivir en un segundo la eternidad / obligada a perecerla //
                                                              Voy a crucificar el andamiaje ///   
                                                                          He perdido el silencio

                                                                                                           y me río a carcajadas



 



"YO SOY EL QUE ESTARÉ"



Yo soy el que estaré

Le habían enseñado que había un solo Dios pero ocho bochazos en la Facultad de Teología de la UCA −más un poquito de calle por cierto−, le demostraron lo contrario. Los hindúes adoraban a Brahman, Shiva y Vishnu, los musulmanes a Alá; y a la Marga, los muchachos de la esquina; eso era una trilogía o una orgía, como lo de Dios uno y trino. Y cuentan que trinó el terceto tía, abuela y madre a su llegada, y le hizo creer que él sería especial, único en el mundo.
Pero se llamaba Carlitos, igual que el gordo de la otra cuadra, Gardel y el primo más chico; ni siquiera Carlos como su padre o Don Carlos como el abuelo materno. Por eso, apenas alcanzó la altura de la mesa del comedor, supo que tendría que hacerse notar. Así que empezaron las trepadas a los árboles, luego las amonestaciones en el colegio, y por último la carrera de técnico superior en sismografía planetaria. Al pedo, siempre al pedo. Porque Carlitos era Carlitos por mucho que quisiera diferenciarse. ¿Qué Carlitos?
Él tenía que hacer algo en la vida que lo transformara en un ícono, en el nombre de una calle por lo menos. No fue así. Como sismógrafo terminó trabajando de oficinista en el correo, como oficinista de correo −a pesar de coleccionar y vender estampillas− siempre ganó poco; y sólo pudo comprar una casita igual a todas con el plan del banco hipotecario para casarse con una chica, común y corriente, del barrio Chauvín. Él creyó que ese amor sí sería único en el mundo, y fruto de ese amor tuvo un hijo único… hasta que llegaron los otros seis. También creyó que ella sería la única mujer de su vida, pero cuando murió de una bronquitis común recién cumplidos los treinta y cuatro, como los hijos no podían quedar sin madre, se volvió a casar. La nueva resultó ser tan buena esposa y madre como lo había sido su mujer anterior. Y también la amó. Tanto como amaba el olor a tinta de los sellos, las postales de viaje sin sobre, los encabezados comunes, tipo Querida Martha: te escribo estas líneas…, o los formalismos: Sin otro particular saluda a Usted… Eran simples. Igual que los telegramas o las cartas de renuncia, igual a la que él mismo mandó una tarde setiembre, de esas tan sentimentales como suelen ser las tardes lluviosas de setiembre.
Carlitos se sintió entonces dueño de todo el tiempo del mundo para concebir una forma de llegar a la inmortalidad. Si no podía ser una calle, por lo menos una placa en la biblioteca el barrio; así que se dispuso a escribir su historia. No podía ser igual a otras, de modo que compró y leyó cuanto libro de memorias, diario o autobiografía encontró en las tiendas de usados, más las que le prestaron y aquellas que le costaron fortunas −por ejemplo las de los famosos que siempre cuestan demasiado sobre todo si son no autorizadas−. Todo había sido escrito. Uno quiere ser distinto y la suma de los distintos es innumerable… Primero se desmoralizó, después se dijo ¿por qué no? y fue entonces cuando le pasaron con un skate por encima del pie. Miró al jovencito con rabia y dolor. Cuando al primer hombre sobre la tierra le pisaron un pie ¿habrá gritado? Tal vez sí podría marcar alguna diferencia: No gritó. Tal vez por lo mismo “Qué tal López” figuraba en Wikipedia ¿O habrá sido porque lo escribió Cortázar?
Para la época en la que el libro iba tomando forma murió su segunda esposa. Él tenía 57 años y algunos de sus amigos empezaban a faltar a las reuniones de los jueves. Uy ¿te acordás de Pancho? Y qué tipazo el Rubén… tan joven. Que un infarto, que un cáncer de colon, que no tendría que haber salido a la ruta con esa niebla. De todos se acordaban un tiempo. Y después: nada.
Aquella tarde, poco antes de las seis, hora a la que cierra el cementerio de La Loma se le ocurrió ir a dar una vuelta. Había una leyenda en la que no había reparado hasta entonces: Aquí descansan los que no precedieron en la vida. Las inscripciones en las lápidas poco se diferenciaban unas de otras. No importaba si sus ocupantes habían dejado el reino de los vivos en 1879, 1946 o 2005. ¿Se destacaría la suya algún día? Allí estaban también las de sus dos mujeres, una en la galería de la izquierda al fondo, la otra a la derecha, tercer pasillo; las dos con los bronces opacos y el pasto crecido. A la salida encontró a la que sería su tercera esposa. A ella también la quiso. Y la quiso tanto como a las otras, con ese único amor único. Cómo puede uno amar, no más de una vez sino, tres veces. ¿Qué era el amor?
Decidió dejar de lado sus memorias y encarar otro género: el ensayo. ¿Sería original ese cuestionamiento filosófico? Sabía que no era dueño de las respuestas pero sí de las preguntas. ¿Acaso muchos no las habían formulado ya? Él no haría lo mismo. Le vino a la cabeza el nombre de una telenovela que miraba su madre: El amor tiene cara de mujer. No, el amor no era buen tema; había pasado ya por muchas manos. Igual que Marga, igual que él. Así que Carlitos, o Carlos, un tipo con nombre común, con una historia común, con las mismas preguntas que se han hecho desde hace milenios todos los mortales, se preguntó sobre la muerte y encontró que no había forma de hacerlo sino en plena vida.
Con la minuciosidad de un arqueólogo, Carlitos hizo autopsia a los recuerdos, recorrió los lugares de su infancia, investigó, abrió heridas y mortajas, enterró desengaños, resucitó juegos, sufrió otra vez las pérdidas y revivió la gloria de sus pocos logros; compró momias en el mercado negro, coleccionó obituarios, transcribió, definió, esbozó su testamento y redactó su epitafio. Cuando sintió que estaba logrando plasmar una obra que estaba seguro lo haría merecedor de un lugar en el Parnaso, la mujer lo incineró con la mirada, dio un portazo y se fue.
No se inmolaría.  Por fin era el único habitante de la casa. Recién ahora, con más de ochenta años todo cobraba sentido: Esa vida, igual a la de los muchos Carlitos que habían llevado o no su nombre, era única e irrepetible.
Esa noche lo internaron. Dicen que hablaba de tiempo y eternidades. De otros sin rostro, de disolverse, de fundirse, de un nombre impronunciable. Cuando le preguntaron el suyo, simplemente calló. Algunos afirman que eligió una cama cualquiera de la sala general, otros que fue la nº 7 del séptimo piso. Que se acostó a dormir, por última vez, con un NN atado al dedo gordo del pie izquierdo. Y que no tuvo miedo. Al fin y al cabo, su muerte sería igual a cualquier otra.

Veo Veo



VEO VEO

¿Qué ves? Mamá ve los brotes de los prunus a punto de reventar, rosados, lúbricos. Mira las azaleas y los agapantos, se deleita descalza sobre el césped nuevísimo y retira con cuidado un poquito de musgo que se ha establecido en el rincón más oscuro. Toma un tozo de soga y dibuja con ella el recorte de una nueva bordura que va a pedir al jardinero cubra con lamiun para iluminar el sector; lo imagina y sonríe, después entra y sube hasta el cuarto para arreglarse y salir con las amigas. Definitivamente esas sesiones de radiofrecuencia y el pulido con punta de diamante la hacen ver espléndida. Se delinea los ojos, la boca, sólo un toque de rubor color durazno. Ni un cabello fuera de lugar después del shock de keratina, lo peina hacia la derecha. Elige el jean con tachas y una remera animal print. El té es a las cinco. Ma, me podrías mirar el resumen de… No, por favor Gordi, ahora no puedo.
…Una cosa. Esto es una cosa, masculla el padre, no es fútbol. Ni ese boludo es un dos, no la para ni por puta. El padre cambia de canal, mejor las noticias. La Cristina está dando su discurso número veintisiete. Esto es futbol para todos, declama. Sí, claro, para todos los infelices que habitamos el suelo argentino. ¿Para esto pago Direct TV? ¿Para hacerme mala sangre? Hace zapping hasta que desaparece la cara de la K. No puede ni verla. Una mina… No hay nada que hacer ¿por qué nos se ocupa de cosas de minas? Sólo a nosotros se nos ocurre. Qué gente de mierda. Qué país de mierda. Se levanta del sillón, va hasta el escritorio, abre la correspondencia: una notificación del a Afip. La puta que lo parió… Pa, ¿puedo llevarme al auto? No. Y golpeá antes de entrar. ¿No ves que puedo estar con gente?
…¿Qué cosa? ¿Qué cosa estaba buscando yo?  Los ojos de la abuela saltan de una pared a otra del jardín de invierno. Se detienen en el canasto de la lana, en el almohadón de la mecedora, la manta, un pulóver a medio terminar, el último, el que le estaba tejiendo al viejo. Rojo. Rojo oscuro. Como la sangre que pasaba por el cañito de la transfusión, como la sala de terapia y los cortinados, como las venas que se le reventaban en los tobillos, oscuros como la infección. Púrpura, le habían dicho, pero las manchas eran rojas como la que vio en la sábana aquella mañana; fue su primer hombre, suele repetir, su único hombre. Por eso cada aniversario ocultaba la sonrisa tras un enorme ramo de rosas rojas. Rojo era ahora su dolor. Oscuro como seguir viviendo. Se agarra la garganta y se para frente al espejo. Entonces la ve. La aguja nº 9 está pinchada sobre el costado izquierdo de la mañanita.  Abuela, ¿No viste mi…? Sí, ya la , menos mal que le había pintado la punta de rojo. Últimamente no me acuerdo de dónde dejo las cosas, últimamente no me acuerdo de nada.
…Maravillosa. Ana Clara mira la foto de Martín. Pone “Me gusta”. Le gusta. Y mucho. Después ve pasar las notificaciones, las clickea rápido. Entra al muro de su hermano, ahí puede ver más fotos de Martín, las del partido de hockey contra UNI. Mira esos bíceps contraídos, la bocha que definió el tanto con su golpe en pleno vuelo, se detiene en las piernas, en los cuádriceps. Agranda la foto…Tiene los ojos más profundos que haya visto jamás pero no la comenta, no puede hacerlo desde ahí. Vuelve a su face, al álbum de la reunión del sábado. Está con las chicas vestida de azul. Todas están vestidas de azul. Como los ojos de Martín. Ahí sí pone “Me gusta”, porque se gusta. Y porque le gustó que la besara, y está segura de que también le gustó cómo besaba ella. Esta noche la va a llamar. Es un divino: alguien que tiene en la portada una foto de cuando era chiquito no puede ser sino un dulce. Y van a ser felices para siempre. Ana… ¿Qué mirás, boludo? ¡Cerrá esa puerta! Privacidad. ¿No entendés lo que significa privacidad?
…De qué color. Blanca. La tiene sobre la mesa de luz. Ve que es poca. Se da vuelta y tapa la cara con la almohada. Se da vuelta otra vez. Mira el techo, es blanco. Todos los techos son blancos  menos el de su hermana que está pintado de celeste con estrellitas. Pelotuda… Estira el brazo para agarrar la gillette. Mejor no, mejor dejarla para después. Pone música. ¡Bajá esa música! se escucha desde abajo. No va a bajarla. Se agarra las sienes, recoge las rodillas y apoya la cabeza sobre ellas. No da ni para una línea. Al apretarse los ojos todo pasa del verde al rojo al azul. Y otra vez blanco. ¡Bajá esa música! No otra vez. ¿Qué me tienen? ¿entre ojos? No, no esta vez. Arranca las frazadas, va al baño para buscar una benzocaina para cortarla. ¿Otra vez con dolor de garganta? le pregunta la abuela. Al salir se choca con la madre. ¿Por qué no mirás por donde caminás! Es que ese chico debe andar ojeado, intenta tranquilizarla. El chico hace como si no las hubieras visto y se encierra en el cuarto, con llave esta vez. Muele, mezcla, separa la línea en dos. Enrolla con cuidado un billete de dos pesos y esnifa. El polvo asciende por su nariz, baja por la laringe, se le hunde en la tráquea. Tirado de espaldas intenta tocar el techo pero ve cómo se aleja a medida que él hunde en la cama; sonríe ante la blandura de la almohada del colchón del cuarto entero. El efecto tarda, tal vez la cortó demasiado. Se levanta y va por las pipas; sabe que así durará menos pero lo necesita ahora. Elige la que tiene el dibujo del águila montada sobre la serpiente; falta el tigre, pero no se extraña, qué es lo real o cuánto vale. Mete lo poco que queda en la pipa y la enciende con el billete. La oreja izquierda de Mitre se desprende y cae sobre una hoja doblada del cuaderno Rivadavia abierto al costado de la cama. Adiós monografía. Ve los dos rostros presidenciales arrugarse y fundirse. La coincidencia es absurda. Da para reírse y se ríe. Cuando trata de apagarlo con el pie, como la media es de lana, solo consigue avivar el fuego. Se quema. Se quema y ríe como loco mientras ve las llamitas subirle por la pantorrilla. Se la arranca y tira contra la ventana, observa extasiado cómo la cortina de voile se dispara en llamas hacia arriba.

Es la esquina de los Echeverría. No. ¿La de los Alzaga? No. Es la de los Gutierrez. ¿Ves algo? Sí, a la madre; lleva un manojo de vestidos, creo, y una valija… No, son dos valijas. ¿Qué más ves? Al padre, salvó la notebook, una pila de carpetas que casi se le cae y un bolso… un bolso o un maletín grande. ¿Qué cosa? Que ahí está la nena llorando abrazada a un oso de peluche. Y la abuela. A la pobre la traen arrastrando; parece como si quisiera volver a entrar. Es el turno del chico pero el chico no sale. La sirena destella en todos los colores. Todos lo ven. Nadie ve al chico. El humo es negro. Lo veo. Veo.

(Publicado en "el libro de los Juegos" Ed. Martín 2013)

domingo, 2 de junio de 2013

POEMAS NO TAN VIEJOS 2 ( PUBLICADOS EN LA ANTOLOGÍA 2012 "FIN DE CITA"



Lluvia Y Rimmel                                                              

Los puños se clavan a las sábanas
su boca mordida
                 la queja apenas

Él la ama así
                       muda
ella lo sabe
por eso enciende la luz frente al espejo 
             y  para salvarse
                para no morir
se abre toda rouge y sangre
             en una sola mueca
       
Ella no obedece luna alguna
se recorre sola
                          penitente
masturba su imagen
y adicta a su herida
             llora puñaladas
      
Él quiere encender eternidad
          en su ombligo descalzo de mujer
recorre esa aridez
             y la envuelve
hasta hacerla trapo paloma y tanto beso

Mientras
             ella se somete a su antojo
pubis esclavo bajo esa lengua de bronce
y su matriz espina pájaros
                bajo los brazos de la lluvia

La noche avanza
con tatuaje de ébano en los ojos
porque ellos se aman así
             a pura lágrima
                    contra la pared en fuga

y cuando despierten
ella sacudirá
                 de la sábana al sol
esos puños de acíbar


Encono

Es un gesto que se pare
ese de hacerse contorsión
y oler su sangre
                       
Sabe que ayer fue roca pierna y beso
bamboleo jadeante apeándose de él
desde ningún destino

que ansió ser uno
                      y pubis
                           y aguardiente

Hoy
        debe rociar su frente
                      de aceite y alabastro
socavar el lecho y el azogue

Mueven sus caderas los ángeles de viento
(Ella ha calzado sus formas de preñez)

y alza el vaso para crucificar el coito
                      en una pancarta que grite
la avenida de su nombre


Bambalinas

Hay algo en la aceptación de ese nombre
               que la mueve hacia el olvido
un mirar antropófago
               hacia la silueta sepia/ajada de su rostro

Siente ahora el resabio de tu lengua entre los dientes
pero no hay imagen ni voz en la memoria

Está saboreando un trozo de salmón
y le repele el recuerdo de esa pelvis apretada
Toma un sorbo de whisky
                                           escocés
                                                             del mejor
 y un cúmulo de cucarachas escupe miel sobre  su escote

Derribemos las trastiendas

La noche intenta prolongarse
                                    en el vagido de las sábanas

y no sé por qué estamos hablando de esto
       en la lavandería de la esquina


De moras en los ojos

 

Vestida de frío

cruza la calzada del sol

No lo ve                
             La arena es álgida
y protege las nervaduras de su cielo

Ella eleva tres fotos

      que hoy resultan intrusas en su almohada

profecía tal vez
              sobre una piel demasiado blanca

 

Por eso bebe de memoria
aquella imagen que sabe de fragmentos

Es imperfecta su soledad

Bajo la sombra de cualquier esquina

puede alumbrar de ágata el pasado


Dejar De Ser

Quieta divisoria conduce a la caída
Desciende
                 a inhalar hondo
                 su propia gestación

Todo es silencio
                           y un jadeo inútil
que profundiza la asimetría de los cuerpos

Cada porción de piel construye el infinito
Los límites se expanden
                   como si huyeran
                                            avergonzados
del residuo que dejan en el otro

Mueca innominada
                            "Salir requiere mil disfraces"


De Las Rejas

La mañana no quiere alzarse del bostezo

Persiste la resaca del amor
     -una cuchilla que dibujó fronteras entre los muslos-

Llueve un agujero en el alma de Dios

Él la quiere niña
                   virgen otra vez para sostenerle los ojos

para que abrigue su eternidad
          del cansancio de seguir a tientas
                                                 buscándola


Circular

Es una muerte lenta
        tomar la copa y desbeberla
vestirse del orgasmo a la cordura
             desabrazarse del temblor
hacia el ascético saludo en mangas de camisa

Es inútil pretender encadenar la arena libre
                          o demorar la semilla

Así avanza la vida
                   o la muerte
- es lo mismo-

equivocándose  una y otra vez

queriendo ser salto  
               y por qué no orilla


Una y Mil Veces
                                a Enrique Blanchard

Juré no volver a escribir
pero acá estoy
encadenada a ese círculo de ébano

Un poema para quién
                       o para qué
si una vez más
me amortajo a la blancura

Rea de tu red
                      me hago antifaz

No quiero sumergirme en otra temporada
ni hacer símbolos de mis ebriedades

Como un barco
                    naufrago
                              otra vez en mí

y me aburre

tanto